Cualquier turista que llegue a Roma tiene entre sus principales objetivos el descubrir el interesante patrimonio arquitectónico y artístico que posee la capital italiana. Amplísimo y muy variado es este en el que, entre otros muchos monumentos, destacaríamos la Basílica de Santa María la Mayor.
Aquella, también llamada Basílica Liberiana, es una edificación religiosa que está catalogada como Patrimonio de la Humanidad y que es conocida por haber sido una de las que acogió a los primeros cristianos que llegaron hasta esta ciudad.
En el siglo IV es donde tiene su origen el templo que ahora nos ocupa que, a pesar de las distintas remodelaciones que ha sufrido a lo largo de la Historia, tiene el privilegio de ser uno de los pocos que aún mantiene su planta paleocristiana. Por este motivo está claro que merece la pena conocerlo in situ.
No obstante, también posee otra serie de elementos y de estancias que hacen especialmente interesante y especial el acometer una visita a esta basílica. Así, entre sus valedores más significativos podríamos destacar, por ejemplo, los siguientes:
- Cripta de Belén. Bajo el templo es donde se halla ubicado este espacio que es conocido por custodiar la reliquia de una cuna que podría ser en la que nació Jesús y también por guardar los restos de San Jerónimo y del escultor Bernini.
- Capilla Sixtina. En la segunda mitad del siglo XVI es cuando se llevó a cabo la construcción de este espacio en el que se encuentran las tumbas de San Pío V y de Sixto V. El antiguo Oratorio del Belén, realizado en el siglo XIII por Arnolfo di Cambio, o sus frescos son los que otorgan una belleza inigualable a aquel.
- Obras de arte. La interesante y espectacular colección de obras de arte que se encuentra en el interior de esta Basílica de Roma es igualmente importante para el valor que tiene la misma. Entre aquellas podríamos destacar “San Cayetano sosteniendo al Niño” del mencionado Bernini.