En las inmediaciones del lago Titicaca se celebra cada año uno de los acontecimientos más importantes del calendario andino, es decir, la fiesta de la Mamacha Candelaria, un evento que incorpora un despliegue musical, de danzas y por supuesto, de fe que solamente las personas que viven en el Altiplano pueden ofrecer.
Cuenta la historia que en 1675, los indígenas esclavizados por los españoles trabajaban en las minas de Laikakota, así, con mucho trajín y pesar tuvieron una alucinación en la que una legión de demonios aparecía de lo más profundo danzando y gritando. Horrorizados, clamaron a la Virgen de la Candelaria y sus arcángeles que los protegiesen y desde ese mismo momento, dicha virgen fue largamente venerada.
Así, cada 2 de febrero, más de 50 mil visitantes de diferentes partes del mundo llegan a esta parte del planeta para celebrar en casi unos 17 días (hasta el 19 del mes) la fiesta en donde la mamá Candela baila al compás de cariñosos puneños a través de sus calles empedradas que llegan inclusive a poblar el mismo lago.
No cabe duda que tanto los 4 mil metros de altura como el terrible clima no llegan a amilanar a los viajeros que la noche anterior queman fuegos artificiales que saben iluminar a los barrios y los cerros que circundan la ciudad.
Así, en una muestra de 300 danzas oficiales, la imagen de la Candelaria sale en procesión en las calles de Puno, las cuales congregar a propios y ajenos celebrando con comida, licor, baile y obviamente más música.
Para todos los interesados en participar de este baile de color, recomiendo llegar dos días antes para poder encontrar hoteles, y sobre todo evitar “soroches”.
Imagen: PeruCuzco