Compras en Praga

Compras en Praga 2

No es Nueva York, Milán ni Londres. Tampoco tiene los precios desorbitados de otras ciudades europeas pero cuando cae el sol y la bella ciudad de Praga se apaga todavía podremos refugiarnos en alguno de sus nueve grandes centros comerciales, hacer algunas compras entre franquicias internacionales y comercios locales. O aprovechar el horario extendido de sus cafeterías y bares para agotar cada segundo.

Empaparnos de la magia de ciudad y hacernos en un supermercado local con el mismo gran vino de Kroměříž que consume el Papa Joseph Ratzinger es posible. Lo primero que debemos saber es que los grandes centros comerciales distribuidos por la ciudad siguen una distribución parecida a los españoles: salas de cine, centenares de tiendas de firmas internacionales (veremos grandes zapaterías BATA porque son checas), una planta de restaurantes, miles de plazas de aparcamiento y una estación de metro al lado o incluso dentro. Abren todos los días y su cierre varía entre las 21 horas y las 2 de la madrugada como en el caso de los bares del moderno Palladium (situado junto al ayuntamiento). Y al lado también está el clásico Kotva, un centro que intenta adaptarse a los nuevos tiempos y nos ofrece un curioso contraste entre lo nuevo y lo viejo.

Diseminados por toda la ciudad tenemos decenas de supermercados pequeños de la compañía Tesco, a cuyos catálogos de ofertas podemos acceder desde internet. No tiene mayor interés que cualquier otro negocio de nuestro país pero nos brindan una oportunidad única para comprar al mejor precio los excelentes vinos checos, embutidos e incluso desconocidos quesos de calidad excepcional. Un Tesco se encuentra dentro del centro comercial Nový Smíchov, en la misma estación de metro de Andel.

Una cesta de la compra para turistas curiosos e inteligentes debe incluir salami poličan (un tipo de salchichón especiado que causa furor entre los españoles), jamón de Praga, salchichas vienesas o koblasa (blancas y negras), queso curado de Moravia (tvarůžky) y obleas de Karlovy Vary. Para hacer la gracia completa probemos el agua mineral checa Mattoni, un emblema nacional cuyos anuncios por las carreteras del país son considerados un monumento nacional como nuestro toro Osborne.

Especial atención tendremos que prestar a los excelentes y cada vez menos desconocidos vinos checos. Encontraremos en los supermercados o tiendas especializadas buenos caldos a partir de los dos euros. Al parecer los blancos son más apreciados que los tintos. Una marca reconocida es Ludmila (el nombre de una de las princesas de Bohemia) de los viñedos de la familia Lobkowicz, perteneciente a la nobleza bohemia desde el siglo XIV.

En cuanto a las cervezas las opciones son ilimitadas porque en este país se elaboran marcas propias por regiones, ciudades, pueblos y barrios. Una locura. Más sencillo es decidirse por un licor típico

como el Becherovká (original de Karlovy Vary es un licor de hierbas cuya fórmula es secreta) y el famoso Slivovice, el equivalente al orujo español.

Si todavía tenemos hueco en nuestra maleta viajera siempre podremos completarla con los productos más conocidos e internacionales de la República Checa: juguetes de madera, bisutería , cosmética checa Rior, cristal, porcelana, marionetas, instrumentos musicales, partituras, cedés de música clásica, antigüedades, vidrieras (hay un taller artesanal muy interesante en U Milosrdných 14 – Praga 1) y material fotográfico antiguo.