El Pirineo Aragonés nos deja un fantástico legado de naturaleza suprema, donde practicar los mejores deportes de invierno, pero también de verano donde destacan los de aventura. Ubicado a 1.550 m de altitud, Formigal se extiende a los pies de la famosa estación de esquí y ofrece cultura prerrománica en forma de iglesias y otros monumentos.
Ya sea a pie de la estación o del valle del Tena donde se encuentra, abundan los hoteles en Formigal con cierto encanto, de montaña, rurales y con maderas y pizzarra en los tejados.
La estación de Formigal es una de las más conocidas de la región porque ofrece un sinfín de servicios y actividades, aptos para toda la familia. Engloba más de 100 pistas repartidas por cuatro valles, 137 km esquiables, 25,5 de ellos con equipos de producción de nieve artificial, y varias pistas de diversos colores (dependiendo de su dificultad) donde destacan las 38 pistas negras y su circuito de motos de nieve.
Pero el valle esconde un importante legado histórico donde poder ir de excursión durante todo el año. Recomedamos especialmente la conocida ruta del Serrablo que nos lleva a visitar 14 iglesias, que datan de entre mediados del siglo X y mediados del siglo XI.
Es siempre una jornada especial llegar al Parque Nacional de Ordesa, una gran extensión para realizar a pie, viendo la flora y fauna del lugar y, si eres atrevido y te gusta la escalada, subir al Monte Perdido, desde donde ver las mejores vistas de los Pirineos.
El propio Formigal nos deja iglesias importantes, además de los pueblos cercano como Sabiñánigo, un pueblo hermoso que es la atracción turística de los visitantes de la zona. Recomendamos comer en alguno de los numerosos restaurantes de los pirineos, donde la cocina de montaña es siempre protagonista, capitaneada por el ternasco y el vino Somontano.
Foto: jolumurcia