Cualquier turista que visite la ciudad de Nueva York no puede marcharse sin antes realizarse una fotografía junto al monumento que ejerce como símbolo de la misma. Nos estamos refiriendo a la Estatua de la Libertad, que se halla enclavada al sur de Manhattan y concretamente en la conocida como Isla de la Libertad.
Lo primero que hay que conocer de ella es el hecho de que simboliza la amistad y unión entre Norteamérica y Francia ya que fue la nación gala la que le regaló aquella en el año 1886. Lo hizo no sólo para que ejerciera como muestra de dicha amistad sino también para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.
Frederic Auguste Bartholdi y Gustave Eiffel fueron los encargados de acometer la construcción de este monumento que cuenta con 46 metros de altura y que a su vez se sitúa en un pedestal de 45 metros. En total, suman algo más de 92 metros.
Una versión más actual de la afamada estatua del Coloso de Rodas es esta que ejerce también como sinónimo de libertad y de emancipación. Entre otras señas de identidad de la misma habría que destacar el hecho de que la mujer representada cuenta con una corona de siete puntas que viene a ejercer como símbolo de los continentes y de los mares.
Mientras, la antorcha que porta ejerce como una evocación al siglo de las luces y la tablilla que lleva como valor del Derecho.
Como hemos mencionado al principio es inevitable visitar Nueva York y hacerse una foto con la Estatua de la Libertad pero tampoco hay que dejar pasar la oportunidad de entrar en su interior y subir los 354 escalones que llevan hasta su cima. Un lugar desde donde se puede disfrutar de unas espectaculares vistas de la ciudad.