
Venecia es una ciudad que sorprende tanto por su magia como por su misterio. La Plaza de San Marcos, el Gran Canal o el Puente de los Suspiros son solo algunos de los atractivos que no deberíamos perdernos. Sin embargo no todo pasa por allí. Hay una Venecia que no suele aparecer en las guías de viaje, una Venecia diferente y popular, la más íntima, la de los venecianos.
Si tenéis la oportunidad de venir hasta aquí, por ejemplo en la gran cantidad de cruceros para novios que tienen Venecia como puerto de escala para una luna de miel, os recomiendo visitar el Cannareggio, un barrio alejado del bullicio turístico y en donde, además del famoso Ghetto, el primer gueto judío de Europa, se puede paladear el ambiente real de los que viven en Venecia. El sabor más tradicional y sugerente de una ciudad única en el mundo.
Está situado al noroeste de Venecia y es el segundo barrio más extenso tras el del Castello. Su nombre viene de la palabra «canal regio», el gran curso de agua que en la actualidad conforma el Canal Cannaregio, una de las antiguas entradas a la ciudad. Aquí vamos a encontrar pequeños canales, estrechas callejuelas empedradas, pequeños bares, talleres artesanales y tiendas de toda la vida. Un lugar como podéis apreciar con un encanto particular.
Aunque hoy no forma parte de los grandes itinerarios turísticos, en su época fue lugar de residencia de algunos de los grandes intelectuales y artistas que vivieron en esta ciudad. Entre ellos habría que citar a Marco Polo, Tiziano o Tintoretto, quienes supieron darle realce y se inspiraron en su carácter humilde y popular para distinguirlo en sus obras.
Si llegáis en tren a Venecia el Cannaregio es precisamente el barrio que aparece nada más salir de la Estación de Santa Lucía. Si no es así hay que dirigirse al norte del Gran Canal para disfrutar de él. Como rincón imprescindible en su interior hay que mencionar el Ghetto, el primer barrio judío que dio nombre a muchos otros que se crearon en Europa. Comparte con el resto del Cannaregio el aspecto bohemio y melancólico.
Merece la pena perderse unas horas por las callejuelas de este barrio. Aquí late la verdadera Venecia, aquella que no tiene nada que ver con el frenesí turístico de otros rincones poblados de gente.
Foto Vía Cepolina