El pueblo de Albarracín, situado en el meollo de los Montes Universales, destaca por sus calles medievales, sus edificios, sus pinturas rupestres y por haberse convertido, en los últimos días de su historia, en un enclave de roca para aquellos que practican el boulder, una modalidad de escalada.
Esta ciudad turolense tiene sobrados encantos para conquistar al turista. Por un lado, sus callejas y sus edificios, alguno de arquitectura tan extravagante que parece sostenerse por ensalmo. Por otro, su gastronomía, éste no es el destino más adecuado para una tropa de vegetarianos, puesto que el chorizo y el jamón protagonizan hasta las ensaladas en un ejercicio del adaptado proverbio «embutido hasta en la sopa».
A estos estómagos se les recomienda viajar con su propia comida o, en todo caso, conformarse con la escasez de oferta existente para ellos.
Referentes turísticos en esta ciudad son la iglesia de Santa María, la catedral. el Palacio Episcopal o la Plaza Mayor, aunque es el pueblo, entendido como totalidad, el que confiere sentido a la visita y debe pasearse, recorrerlo de cabo a rabo para impregnarse de su encanto. Y, eso sí, échele un vistazo al cielo. Se admirará de su pureza y de la claridad con la que podrá divisar el ejército de estrellas dada la nula contaminación lumínica del lugar.
«El molino del gato», un antiguo molino restaurado a cuya vera fluye el río, le embelesará por su aspecto medieval, casi de posada cervantina y, por tanto, le recomendamos internarse en él para tomarse un café, unas infusiones o lo que le plazca.
Seguro que en su estancia descubrirá a unos cuantos grupos de jóvenes, o no tan jóvenes, porteando colchonetas a sus espaldas, y con pintas de haber permanecido todo el día forcejeando por la roca. Le explicamos de antemano la duda: son escaladores. Albarracín se ha popularizado como una excelente zona de búlder y hasta su sierra, salpicada de pinturas rupestres, peregrinan estos medio hombres y medio monos. Y esto no es un insulto, la afirmación se debe a la manía que ambos comparten de andar siempre colgados.
Para hospedarse, pruebe con los excelentes hostales y hoteles diseminados por todo el municipio o, si lo desea, hágalo en el camping, donde podrá acampar en su parcela o, si el frío le atenaza, alquílese una de sus casitas de madera.