Las historias y leyendas que cruzan a todas horas las calles empedradas y sinuosas de Estambul son el reflejo de todo lo que puede ofrecernos una ciudad como esta. Arte, museos, mezquitas, viejas tradiciones, Estambul es la seña de identidad de uno de los grandes destinos turísticos de Europa.
Podríamos hacer una larga lista que nos llevara a descubrir qué ver en Estambul, pero hoy fijamos nuestros ojos en la Mezquita de Fatih, la primera mezquita imperial construida después de la toma de la ciudad. Conocida también como Mezquita del Conquistador, data del siglo XV y su construcción se la debemos al sultán Mehmet Fatih, quien conquistó Constantinopla en 1453. Quiso el sultán que esta mezquita fuera uno de los monumentos islámicos más impresionantes del mundo.
A fe que lo conseguiría porque su aspecto es tremendamente imponente. Y eso que, de aquel aspecto original, poco queda ya que tuvo que ser reconstruida en 1771 después del terrible terremoto que castigó a la ciudad cuatro años antes. El mihrab, las madrasas y el patio interior son los elementos del siglo XV que han logrado sobrevivir al tiempo y las catástrofes.
Hay que subir un poco para ver esta mezquita, ya que se encuentra en la colina más alta de Estambul. A medida que vamos subiendo podemos admirar en el horizonte su cúpula central y las otras cuatro semi-cúpulas que la rodean. Está construida sobre la antigua Iglesia de Havarium, la más grande de la ciudad hasta el siglo XV.
Accedemos al interior a través del patio, que tiene tres entradas. Antes contemplamos los minaretes, cada uno con dos balcones. Ya una vez dentro (el patio es original del siglo XV) veremos una fuente octogonal, alzada sobre ocho columnas. Fijaros en la imponente altura que tiene el techo de este patio. Todo lo que nos rodea es la parte más antigua de la mezquita.
Posiblemente vuestro viaje a Estambul os lleve a conocer otros rincones sobrenaturales de esta ciudad, como un crucero por el Bósforo o saborear la historia y el arte del imperio otomano en el Palacio Topkapi. Sin embargo, quedaros también con las pequeñas joyas, esos lugares con encanto que os acercarán al lado íntimo de las leyendas. La Mezquita de Fatih es uno de ellos.
Foto Vía Turkish Culture