La capital de las Islas Baleares, es una ciudad llena de atractivos, no sólo por su ubicación en uno de los archipiélagos más bellos y acogedores para el turismo en el Mediterráneo, sino también por la multitud de monumentos y espacios para el arte y la cultura a los que acoge. Por encima de todos ellos destaca su Catedral, una obra maestra del estilo gótico levantino, conocida en la ciudad como La Seu, que ya de por sí merece un vuelo a Palma de Mallorca y una visita reposada para admirarla en toda su magnificencia.
Su historia se remonta a los tiempos del Rey Jaime I, que tras la conquista de la isla a los árabes, decide su construcción sobre las ruinas de la mezquita preexistente, alrededor de 1229. La construcción no llegaría a término hasta más de un siglo después, consagrándose en 1346, y en los siglos sucesivos se siguió mejorando la obra, labor que continúa hoy en día en forma de restauraciones e incorporación de nuevas obras de arte.
Una de las cosas que más llama la atención del edificio es el enorme rosetón, uno de los mayores en su estilo, con 13,8 m de diámetro, y las dimensiones interiores (121 x 55 m). También destacan la esbeltez de los pilares que soportan la cubierta de la catedral, de sección octogonal, que consiguen formar un amplio espacio abierto en el interior que, imaginamos, debía dejar con la boca abierta a los fieles en plena Edad Media.
Hay que mencionar también la intervención que, a principios del s. XX, realizó el arquitecto Antoni Gaudí, en algunos de los elementos del templo, con la intención de devolverlo a un estado similar al que debió tener en su origen, eliminando o trasladando piezas innecesarias e incorporando algunos de sus diseños modernistas en el cierre del altar mayor. Más recientemente, Miquel Barceló puso su particular sello en la reforma de la capilla del Santísimo Sacramento.
Foto: Vix_B