Aún se recuerda con terror el terrible terremoto que en la víspera de la Navidad 1972 asoló casi por completo Managua, la capital de Nicaragua, la segunda ciudad más poblada de América Central. Una ciudad que ha cambiado mucho desde entonces, llena de contrastes, de enormes edificios frente a casas destartaladas y vencidas por la ruina.
Observábamos desde la ventana del avión que nos llevó en nuestros vuelos Managua, y vimos una ciudad a simple vista bonita. Managua está rodeada por el Lago Xolotlán, bajo cuyas aguas duermen antiguos volcanes, y el volcán Momotombo. Sin embargo, una vez que llegas, más que la capital de un país Managua parece un enorme barrio.
La Vieja Catedral de Managua quedó agrietada por el terremoto. Sin ir más lejos, el reloj de una sus torres se quedó parado a la hora del desastre, y desde entonces sigue marcando aquella hora como señal de lo que fue. De aquel terremoto queda el legado de la nueva catedral, construida con las modernidades del momento.
Más suerte tuvo el Teatro Nacional Rubén Darío, uno de los pocos edificios que no sucumbió al terremoto de 1972. Es tal vez el más importante de Nicaragua. A partir de este teatro es donde comienza el centro histórico de la ciudad, donde visitar el Museo Nacional y la antigua Catedral de Managua.
Si paseáis por las calles de Managua llegaréis sin duda al Palacio Presidencial, que ahora se llama Casa de los Pueblos, en la céntrica Plaza de la Revolución. Desde allí tal vez se tenga una mejor imagen de la vieja catedral que la que se puede tener delante de su fachada.
Si váis en coche por las calles de Managua, la ciudad se transforma cuando cambia el semáforo de color. Si detenéis vuestro coche, una legión de niños os asaltará intentando venderos de todo. Pequeñas casas se alinean junto a las calles de una Managua desigual, diferente a cada metro que recorremos. Todo aquí resulta sacado de contexto, una belleza rara, pero que sorprende e impacta.
Observamos en el mapa de Managua barrios con nombres que reflejan el peso de no se sabe bien qué. Barrios como los de Unión Soviética, Libia o Hugo Chávez, lugares de casuchas de cartón conectados con cables de electricidad. Hay otros barrios mejor situados, como los de los Robles, Bolonia o Altamira.
No es de extrañar que los más ricos de Managua hayan optado por irse a vivir a las afueras, hacia la sierra, en enormes casas que más parecen fortalezas de seguridad. Algo tendrá esta Managua que no quieren abandonarla. A algunos oí llamarla como la ciudad fantasma…
Foto Vía Alberto Aburto