Vilnius es una de las más pequeñas, peculiares y bellas capitales en Europa. La capital de Lituania fue una de las Ciudades Europeas de la Cultura en el 2009, la primera ciudad de la antigua Unión Soviética que ostenta tal honor. Los lituanos, orgullosos de ser nuevos miembros de la Comunidad Europea, celebraron las muchas culturas que durante siglos han influido en esta ciudad.
Una ciudad ocupada una y otra vez por alemanes, polacos y rusos y que, hasta los horrores de la Segunda Guerra Mundial, era centro de la cultura judía. Todas estas nacionalidades han dejado una marca distintiva en su horizonte, lleno de cúpulas y torres de la Rusia ortodoxa, católica y de las iglesias protestantes. La más importante de todas, la Catedral de Vilnius, es la más llamativa, un blanco templo neoclásico del siglo XVIII, con un bellísimo campanario.
En Vilnius parece como si alguien hubiese querido crear un parque temático dedicado a la arquitectura barroca. Las calles empedradas del casco antiguo no paran de mostrarnos ejemplos de este estilo, mientras que la Vilnius moderna está representada por rascacielos, que la convierten en una mini Manhattan, surgidos al otro lado del río Neris.
La mejor forma de empezar a explorar la ciudad es comenzando en la Puerta de la Aurora. Se trata de un importante santuario católico, muy visitado por los polacos, una especie de capilla sobre la puerta de la ciudad, que alberga una milagrosa pintura de la Virgen María, envuelta en oro y plata. Está colocada sobre la ventana, mirando con cara maternal a Vilnius. Los fieles se persignan al pasar por esta puerta, y a su vez, se inclinan ante la Virgen.
Cerca de la Puerta de la Aurora se halla la Iglesia del Espíritu Santo, la más importante para los rusos ortodoxos, adornada con querubines de vivos colores, y con los cuerpos de tres santos en un atáud de cristal. Al parecer, estos mártires fueron asesinados por los lituanos, que eran un pueblo pagano hasta bien entrada la Edad Media, hasta que finalmente Polonia les impuso el catolicismo.
No debéis perderos el inusual color rojo de los ladrillos de la iglesia gótica de Santa Ana, un templo que Napoleón quiso llevarse piedra a piedra a casa. Al lado de esta iglesia se sitúa el Monasterio de San Bernardino. Como otras iglesias de Vilnius, sufrió las humillaciones rusas durante la era de la Unión Soviética, aunque ninguna de ellas peor que la impresionante Iglesia de San Cassimir, que los soviéticos convirtieron en museo del ateísmo.
Vilnius es una ciudad muy curiosa, con sus puentes llenos de candados, una tradición de las parejas de enamorados que graban allí sus nombres. Es además una ciudad muy animada, con una amplia variedad de bares, sobre todo en la zona de Uzupius. También en la Ciudad Vieja, en la calle Pilies, hay un montón de bares y restaurantes, así como decenas de tiendas, que venden sobre todo joyas de ámbar, sacadas de las orillas del Báltico.
Como véis, la nueva Lituania es un país joven, a pesar de que Vilnius sea un precioso santuario del barroco. ¿A qué esperáis para conocerla?.
Foto Vía Swamibu