Serbia es uno de los países de la antigua Yugoslavia que tienen más atractivos por descubrir, algo que en los últimos años, y gracias a la estabilidad de la zona, podemos hacer fácilmente con sólo tomar un vuelo a Belgrado. Es precisamente la capital la que encierra mayores secretos para el visitante, encabezados por su monumentos más emblemáticos: la fortaleza de Kalemegdan, el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo Nacional, los Edificios Reales, la Galeria de Frescos o el Palacio de la Princesa Ljubica.
Pero este país balcánico también cuenta con otras ciudades interesantes, como por ejemplo Novi Sad, conocida como la «Atenas de Serbia», gracias a su importancia cultural y cosmopolitismo, en la que destacan la fortaleza de Petrovaradin y una infinidad de museos y galerías de arte de lo más interesantes. Muy cerca de esta ciudad se encuentra el Parque Nacional de Fruska Gora, una reserva natural de excepcional valor, tanto por su flora y fauna como por los diecisiete monasterios ortodoxos que se reparten por toda su extensión.
En Sremski Karlovci podemos disfrutar de una preciosa muestra de arquitectura barroca, y en las afueras de Subotica, la puerta de Serbia hacia Centro Europa, nos sorprenderá la belleza del lago Palic y su vetusto balneario, escenario en otras épocas de las andanzas de la más alta sociedad de la Belle Epoque.
Otros lugares que vale la pena visitar son el Parque Natural de Kopaonik, ideal para practicar deportes de aventura o simplemente disfrutar de su exuberante belleza; la Montaña de Zlatibor, un fantástico destino para el turismo rural; la zona montañosa de Sargan, que podemos recorrer a bordo de una antigua locomotora a vapor; el Parque Natural de Tara, con sus escarpados cañones y los bellos lagos de Zaovine y Pericac; o la infinidad de monumentos que se encuentran repartidos a lo largo y ancho de este país surcado por el Danubio, como por ejemplo el Monasterio de Studenica, declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1986.
Foto: Geri