La ciudad catalana de Lleida, capital de la provincia del mismo nombre, es una gran desconocida para muchos, pero cuenta con un patrimonio y una historia de gran interés, y puede ser una fantástica opción para un viaje de fin de semana en busca de lugares nuevos e interesantes. Su historia se remonta hasta la Edad del Bronce, tal y como lo atestiguan yacimientos arqueológicos que datan del s. VI a.C., y en su momento fue la ciudad más importante de los ilergetes, uno de los pueblos íberos a los que el Imperio Romano debió vencer para imponer su hegemonía en la región.
Tras la reconquista a los árabes, culminada en 1149, se convirtió en sede de la primera universidad de Catalunya, y cuenta con gran cantidad de monumentos que podemos visitar en una corta visita de dos o tres días o saborear con calma en una estancia más larga, algo que nos permite la excelente oferta de hoteles en Lleida. Sin duda, nuestra ruta monumental debe incluir la Seu Vella (Catedral), el Palacio de la Paeria, sede del Ayuntamiento y auténtica joya del románico civil. También destacan la Plaza de Sant Joan y su iglesia, la fortaleza árabe de la Suda, el Antiguo Hospital de Santa María, la Catedral Nueva, las iglesias de Sant Llorenç y Sant Martí y el Castell de Gardeny.
Ubicado a las afueras de la ciudad, este último merece una parada a parte, ya que pertenece, junto con los castillos de Monzón, Peñíscola y Tortosa, a la ruta «Domus Templi«. Situado sobre una colina de gran importancia estratégica en la Edad Media, el complejo cuenta con murallas, torres y diversos edificios, entre los que destaca la iglesia románica de Santa Maria de Gardeny. Lleida posee además un patrimonio de vestigios romanos, árabes y medievales de gran valor, entre los que encontramos los restos de los baños andalusíes bajo la Paeria (s. IX-X), vetustas murallas, vestigios de las época tardoibérica y romana desde el s. II a.C. hasta el s. III e infinidad de muestras bien conservadas de arquitectura románica y gótica.
Foto: Adrià Ariste Santacreu