Sevilla es la ciudad de los mil monumentos y lugares de interés. Si estamos en uno de los hoteles en Sevilla podremos visita todo tipo de arquitectura, sobre todo religiosa pero también civil. Si somos amantes de la poesía también podremos visitar ciertos lugares de culto por donde pasaron grandes autores como Antonio Machado. Y si nos gustan las dos cosas, la arquitectua civil y la poesía, una de nuestras primeras visitas ha de ser el Palacio de las Dueñas.
Y es que este es, tal como indica la placa de su fachada, el lugar de nacimiento e infancia del gran poeta, ya que su padre fue el administrador de la casa de Alba, que regentaba el palacio.
El Palacio de las Dueñas comenzó a construirse los últimos años del siglo XV, aunque sus obras de construcción no pararon durante el XVI. No se trata de un conjunto unitario, todo lo contrario, en sus muros y detalles podremos observar diferentes construcciones, de distinto tipo y época. No obstante, sí que posee un centro y este, como no podía ser de otra manera en Andalucía, es su patio principal. Podemos destacar sobre todo elementos renacentistas, mudéjares y góticos.
Dicho palacio ha tenido entre sus paedes diferentes habitantes. En un primer momento habitaron en él los condes de Castellar, después los condes de Pineda y los de Ribera, hasta que po fin acabó siendo una de las pincipales residencias de los Duques de Alba. Como hemos comentado, sus principales obras y reformas se realizaron durante el siglo XVI, cuando el palacio era propiedad de los Ribera, y en ellas intevinieron los grandes artistas que tabajaban en la Casa de Pilatos. Es de esta época la zona más noble que hoy día podemos obseva.
Pero no sólo es arquitectura. En el interior, como no podía ser de otra manera en una casa noble, podemos encontrar una gran e interesantísima colección de pinturas con artistas reconocidos como Zuloaga, Sotomayor o Sorolla junto a tapices, cerámica o piezas arqueológicas.
Su aspecto actual la debemos a las últimas restauraciones que se realizaron a partir de 1885 y que le dieron un aspecto historicista.
Para acceder a ella tendemos que entrar por una amplia portada que se corona con un frontón y un gran arco de medio punto bajo el que se erige un azulejo con el escudo heráldico entre las banderas.