Quizás no es una de las ciudades más turísticas, pero, sin duda alguna, tiene muchas cosas que ofrecernos. Oslo está llena de contrastes y unos paisajes envidiables noruegos que hacen que te enamores de este país. Las ofertas de vuelos nos lleva a diario hacia la capital noruega de forma muy fácil, cómoda y, sobre todo, económica.
Los mejores meses para visitarla son a partir de mayo, los meses de verano y hasta septiembre, cuando puedes ser algo calurosos. Posteriormente, puede hacer mucho frío y nevar y si no estás acostumbrado chafarte las vacaciones. El paisaje es asombroso en invierno con nieve, pero realmente para visitar su península, las islas y pueblos colindates es mucho mejor en junio. Ello no queda exento de que pueda llover de un momento a otro.
Una de las zonas con más encanto es el puerto. Con el edificio del ayuntamiento divisándonos, se halla un barrio junto al mar repleto de bares y restaurantes (algo más caros) que merece la pena recorrer. Desde aquí es tradición coger una de las infinitas embarcaciones que parte cada media hora hacia la península de Bygdoy (a tan sólo unos 40 minutos).
En ella se hallan los museos más reconocidos, con embarcaciones vikingas con historia y hasta una reproducción de un pueblo típico noruego con casas de madera a las que podemos entrar y ver cómo vivían sus antepasados. Es el museo de los pueblos noruegos y allí encontramos la iglesia de Gol totalmente de madera con varios aleros superpuestos, recordando a una pagoda oriental.
Con esta embarcaciones, podemos dar una vuelta a la bahía que nos llevan hacia el ayuntamiento, y pasa por la Ópera, un gran edificio en blanco de arquitectura contemporánea que juega con volúmenes acristalados y varias alturas como si de una pista de esquí se tratase emulando a los fiordos noruegos.
Foto: abrenna