La historia de Nueva Zelanda es corta si lo comparamos con Europa. No obstante, pocos lugares han tenido tanta intensidad como esta y es que fue uno de los territorios del mundo últimos en ser habitado. Los maoríes, los aborígenes del lugar entraron entre los siglos X y XII, aunque hay que decir que se encontraron evidencias del siglo I.
Los maoríes son una tribu de guerreros procedentes de Tahití y que fue fuertemente aniquilada por los británicos durante la colonialización del siglo XIX. Los maoríes quizás nos suenen porque se tatuaban el cuerpo entero con la intención de contar la narración de la historia de cada individuo guerrero. Se puede decir que los tatuajes más conocidos o característicos son los de la cara, aunque ya desde la pubertad se tatúan en todo el cuerpo.
Pero bueno, vayamos al grano. Este país de los Maoríes, Nueva Zelanda, está formado por dos islas, a saber, la Norte y la Sur. Mientras que la del norte está compuesta por espectaculares playas doradas, volcanes, áreas termales y bosques de kauris, en la isla del sur podremos disfrutar de glaciares, fiordos y montañas nevadas, todo un espectáculo de contrastes.
Además de las dos islas principales, donde por cierto se ubican las ciudades más importantes del país, Nueva Zelanda también cuenta con otras islas más pequeñas pero no por ello menos importantes. Tal es el caso de la Isla Stewart, muy cerca de la Antártida y casi virgen. Otras islas como Chatham, Campbell o Bounty están en la misma situación.
En fin, se trata de una zona bastante desconocida en general pero que tiene tan bellos parajes como los que aparecen en el Señor de los Anillos, parajes que bien valen unas cuantas fotos y unas cuantas rutas a pie o en barco. Además, pese a que quedan pocas influencias, podemos conocer la impresionante cultura de los maoríes, pueblo guerrero y con triste final, los cuales habitaron estas islas antes de que ningún europeo supiera ni siquiera que existía un mundo más allá de Europa y Asia.
Foto Vía: Richard Palmer