
La sugerente isla mediterránea de Sicilia ofrece a los turistas encantos de todo tipo. Una gastronomía especial, un patrimonio histórico y cultural que nos lleva hasta las civilizaciones griega, romana y normanda, además de por un bello paseo por el renacimiento y el barroco, y un relieve muy variado con la perenne joya del volcán Etna como principal protagonista.
Ante este panorama parece imposible decidirse por un destino concreto, pero nosotros os proponemos hoy la ciudad barroca de Noto, en la provincia de Siracusa. En sus calles en cuesta y en sus plazas se desprende el mejor aroma del siglo XVIII. Palacios, iglesias de fachadas curvas y largas escalinatas, casas señoriales y una gastronomía envidiable son algunos de sus atractivos. Es tiempo de hacer vuestras reservas de hoteles online y disfrutar de un destino como este.
La mayoría de folletos turísticos definen a Noto como el mejor resumen barroco de Sicilia. Y nada mejor que demostrarnos a nosotros mismos esta definición paseando por su Corso Vittorio Emmanuele. En la guía de viajes que llevaba se leía que estábamos en el corazón de una obra de teatro del siglo XVIII.
Allí descubriremos una hermosa sucesión de edificios barrocos ricamente decorados en donde se aprecia el sentido sugerente y vanidoso de Noto. Fachadas que nos asaltan con sus profusas ornamentaciones, rostros arquitectónicos curvos y cóncavos, barandillas de hierro, esculturas, balaustradas adornadas con flores. La sensación que nos produce Noto es la de adentrarnos tres siglos atrás en el tiempo.
La historia de la Noto que hoy vemos comienza en 1693 cuando un gran terremoto destruye casi por completo la ciudad. A partir de ahí, y durante casi todo el siglo XVIII, se suceden los trabajos de restauración y la construcción de varios edificios de la época. La idea de las autoridades locales era intentar superar la opulencia de otras ciudades como Florencia, Roma o Nápoles, de ahí que hoy podamos apreciar un conjunto realmente espectacular.
El barroco siciliano de Noto nos conduce a través de un viaje entre esculturas grotescas, balcones y fachadas inclinadas, campanarios, piedras decoradas con motivos florales y un sinfín de argumentos en los que se aprecia que la arquitectura, y en suma el barroco, puede ser francamente divertida.
Foto Vía Tourist Maker