Romántica, histórica, enigmática… son muchos los calificativos que definen una ciudad con encanto. Lisboa está bañada por el río Tajo y no se sabe si bien por sus barrios, su fado o por una atmósfera algo nublada en otoño e invierno, también se la conocer como la ciudad de la melancolía.
Sus barrios dibujan callejuelas con subidas y bajadas, siendo una de las ciudades donde más cuestas encontramos. Ello es perfecto para movernos y hacer deporte pero a la hora de dar vueltas por la ciudad puede resultar algo engorroso. Además, parten cruceros desde Lisboa para ir hacia otras ciudades y poblaciones.
En la misma ciudad, se pueden hacer excursiones diferentes por sus barrios. Destacamos el barrio de Belem, donde se hallan importantes edificios, monumentos y esculturas. No está en el centro, más bien algo retirado, por lo que llegaremos a través de autobuses y tranvías.
Uno de estos es la torre de Belem, a orillas del Tajo, a la que poder subir a pie con escaleras algo empinadas pero que bien merece la pena subir y ver bonitas vistas. A su vez, en este barrio veremos el monasterio de los Jerónimos, declarado patrimonio de la humanidad, con sus arcos, esculturas y arquitectura magnífica. Es concentración de turistas en todas las épocas del año.
En este barrio podemos comprar cómodamente en su mercadillo de fin de semana, que está delante del monasterio. Encontraremos toda clase de enseres a buen precio y hasta podremos regatear en algunas paradas o puestos.
Cerca del monasterio, la pastelería de Belén es el lugar indicado para comprar toda clase de dulces. Los más populares son los pastelitos que llevan el nombre del barrio y están excelentes. Realizados con crema quemada y tartaleta. Cada pieza vale unos 0,50 euros y vale la pena comprar unos 5 o 6 seis por pocos euros.
Foto: ricardo