Pues sí, Rusia se va a poner de moda de aquí a unos años ya que acaba de ser designada como sede del Mundial de Fútbol 2018. Pero yo creo que no necesita de este evento para convertirse en un destino turístico, sobre todo Moscú, su capital, que me pareció una ciudad muy cosmopolita y arquitectónicamente una maravilla.
Sería difícil quedarme exclusivamente con algo especial de Moscú, por lo que hoy os quiero hablar de una de esas pequeñas joyas que quizás pasan más desapercibidas. Al entrar en la famosa Plaza Roja de Moscú, a la izquierda, se halla la Catedral de Nuestra Señora de Kazán, una de esas visitas imprescindibles si reserváis vuestros vuelos a Moscú.
Desgraciadamente la antigua fue destruida por el señor Stalin en 1935, por lo que la que vemos ahora es una réplica de aquella, levantada en 1992. No es que tenga mucho interés entre los turistas. Precisamente al llegar a la Plaza Roja veréis cómo todos lanzan sus fotos hacia otro lado, como si no existiera esta catedral.
La antigua catedral se construyó en 1636 bajo el mandato de la familia imperial rusa. Tras la destrucción de Stalin, no fue sino hasta 1994 cuando abrió de nuevo sus puertas al público. Aprovechar porque, a diferencia de otros lugares en Moscú, la visita es gratuita. Os aseguro que los que se quedan sin verla no saben lo que se pierden.
No es una iglesia enorme ni demasiado llamativa. El interior es un poco oscuro, pero el encanto de lo sencillo llama poderosamente la atención. Frente a la entrada principal hay una pequeña plaza con un jardín y los monumentos de varios generales de la guerra de 1812, que están enterrados en el interior de la catedral.
Fue esta, pues, la primera iglesia reconstruida en Moscú para sus fieles ortodoxos. De ella me gustan los colores de su fachada, la sucesión de arcos, muy típicos de la arquitectura rusa de los siglos XIV al XVII, las pequeñas cúpulas y el campanario. Si visitáis el interior mientras cantan los fieles os daréis cuenta que tiene una acústica impresionante.
Ese interior, aunque es oscuro y pequeño, tiene un sabor íntimo y espiritual. Me encantó el olor a velas e incienso, con un altar y una sacristía muy ricamente decorados. A decir verdad tenéis que hacer una breve visita a esta catedral que, aunque no sea muy llamativa dentro de la espectacular Plaza Roja, merece la pena.
Foto Vía Launch Photography