Hablar de Estocolmo es hablar necesariamente de su patrimonio arquitectónico y artístico y eso, irremediablemente, nos lleva a hacer mención a uno de sus símbolos en este sentido: el Palacio Real de Estocolmo. Una construcción esta que tiene el honor de ser la edificación más grande e importante que posee en estos momentos la monarquía del país.
En la zona de la ciudad vieja es donde se encuentra situada dicho edificio que tiene su origen en una fortaleza del siglo XIII que posteriormente se convirtió en palacio y que se puso en pie con el claro objetivo de defender el Lago Mälar de posibles ataques enemigos.
Aquel espacio fue evolucionando hasta que en el siglo XVI se decidió someterlo a una gran remodelación que dio lugar al palacio, una edificación de estilo barroco que no duró mucho tiempo pues tuvo que hacer frente a un grave incendio. Un hecho este que daría lugar, por tanto, a una nueva reconstrucción de la que se encargó Nicodemus Tessin el Joven.
El Parlamento Sueco y el Puente de los Barcos son dos de los monumentos que se sitúan junto a este palacio en el que merece la pena prestar especial atención a rincones tales como su balaustrada de piedra, sus patios interiores y el conocido Jardín del Lince (Logarden).
La guardia real Högvakten, que tiene su origen en el siglo XVI, es la que custodia dicho edificio, utilizado fundamentalmente como escenario de los actos de representación que realiza la familia real noruega con su monarca a la cabeza (Carlos Gustavo de Suecia). Un lugar que tiene el privilegio de ser uno de los palacios reales más grandes que existen en todo el mundo gracias a sus más de seiscientas habitaciones.