Menos popular para los turistas que la cercana ciudad de Éfeso, Mileto cuenta con importantes e históricos rincones, llenos de paz y el silencio de los siglos. Al igual que muchos otros lugares de la costa egea de Anatolia, al oeste de Turquía, Mileto tiene una larga historia, dominada por la influencia de muchas culturas y gobernantes.
Los primeros asentamientos en Mileto se remontan a la Edad del Bronce. Alrededor del 1000 a.C, los griegos jónicos se extendieron hasta Asia Menor, y Mileto vivió su primer periodo de riqueza e importancia. La ciudad se encontraba en la desembocadura del río, y contaba con cinco puertos. El comercio marítimo traía la riqueza y el poder a Mileto. Llegó a convertirse en la ciudad más grande y más rica de las doce ciudades jónicas de la costa del Mar Egeo.
Durante el periodo griego, Mileto fue la cuna de científicos y filósofos, como Tales de Mileto, Anaximandro y Anaxímedes. El trazado de la ciudad, elaborado por Hippodamos, fue una gran sensación en el momento, y se convirtió en el plan de todas las ciudades romanas.
Alrededor del 500 a.C, la ciudad fue destruida por los persas pero floreció de nuevo gracias a la victoria de Alejandro Magno sobre los mismos persas, restaurando la libertad en Mileto. Así se convirtió en una de las provincias romanas más importantes del Asia Menor. A los largo de los siglos, sin embargo, sus puertos fueron perdiendo importancia, y el comercio marítimo desapareció de Mileto.
Hoy Mileto se sitúa 30 kilómetros al sur de Soke, en la provincia de Ayden y al oeste de Anatolia, cerca del Mar Egeo. La mejor manera de llegar hasta ella es a través de Soke, o bien desde Didim, a unos 20 kilómetros al sur. Os recomendamos llegar desde Didim, ya que se atraviesan pequeños pueblos rurales muy bonitos, con casas típicas y calles empedradas, donde a veces las ovejas tienen prioridad sobre el tráfico.
La primera imagen que nos sorprenderá de Mileto es su Mezquita de Ilyas Bey, construida en 1442. También se la conoce como la mezquita de los noventa pasos. Un poco más allá de la mezquita tenemos el gran anfiteatro griego, que se amplió en la época romana, hasta llegar a los 15.000 espectadores de capacidad. Debido al hecho de que el sitio no es muy visitado, es muy fácil subir hasta sus gradas y disfrutar de las vistas, contemplando la antigua ciudad y su puerto.
El ambiente que se respira es de paz y tranquilidad, que de alguna manera transmite el sentimiento del tiempo pasado. Aquí no existe el ajetreo, el bullicio ni los gritos de la gente. Además, hay muy pocas tiendas de recuerdos, nada de autobuses turísticos, y sólo dos cafeterías para descansar. Y es que Mileto sigue siendo un destino ideal para aquellos que quieran volver a la Grecia antigua.
Foto: Antalya