La isla de Formentera forma, junto con Ibiza, el archipiélago de las Pitiusas, formando parte, a su vez, de las Islas Baleares. Al contrario que la isla mayor, algo masificada y sobreexplotada turísticamente, al menos en parte, este pequeño rincón del Mediterráneo es uno de lo últimos reductos donde todavía podemos, con un poco de suerte, sentirnos como náufragos en una isla desierta. Nada mejor para pasar unos días de tranquilidad y sosiego lejos del estrés de la ciudad que reservar en alguno de los hoteles de Formentera, de los que podemos encontrar gran variedad de categorías, y recorrer sus playas, sus salinas y sus pinares mecidos por el viento…
Gracias a que solamente se puede acceder a la isla por barco, ésta se ha podido conservar en gran medida en un estado prácticamente intacto, con unas playas que nada tienen que envidiar a las más limpias y de aguas más cristalinas del mundo. En un pequeño espacio, que se puede recorrer en gran parte en bicicleta, gracias al escaso desnivel que encontramos en casi toda la isla, encontraremos multitud de atractivos, preservados para nosotros a corta distancia de las principales capitales españolas y europeas.
El secreto de esta pequeña joya mediterránea es la pradera de alga posidonia que, bajo las aguas, rodea toda su costa, que mantiene limpias de forma natural sus playas y, por su alto valor ecológico, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1999.
Aunque es posible visitar Formentera en un fin de semana, o incluso brevemente en un solo día, te aconsejamos que pases unos cuantos días en ella, visites todas sus playas, muy diferentes según su orientación geográfica, te acerques a los faros de La Mola y Barbària, admires las torres de vigía repartidas por toda la isla, veas las ruinas romanas que aún persisten tras casi 2.000 años y, en definitiva, disfrutes de la isla como se merece, con calma y respetando su extraordinario entorno natural.
Foto: David Sim