La ciudad portuguesa de Faro es conocida en todo el mundo por ser la puerta de entrada a la zona turística del Algarve, en la costa sur del país. Sin embargo también tiene una historia milenaria y muchos atractivos culturales, gastronómicos y arquitectónicos para ofrecer al visitante que, atraído por las playas, el clima y la belleza del paisaje, se decide a tomar un vuelo a Faro y elegirla para pasar sus vacaciones.
De gran relevancia en la época de dominación romana, momento en que su nombre era Civitas Ossobonensis, por su ubicación estratégica como puerto comercial, tiene un rico pasado en el que han dejado huella también visigodos, árabes y cristianos, tras la reconquista. Como otras muchas ciudades del suroeste de la Península Ibérica, fue prácticamente arrasada por el devastador terremoto de 1755, pese a lo cual aún se conservan bastantes edificios de más antigüedad que conforman un interesante recorrido para cualquier viajero.
En este sentido, es muy ilustrativo visitar el Museo Arqueológico Infante D. Henrique y las Ruinas de Milreu. Del periodo musulmán se conserva la puerta Árabe, integrada en el Arco da Vila. El núcleo más antiguo de la ciudad, denominado Vila-Adentro, incluye la Sé Catedral, edificada en el s. XIII sobre la antigua Mezquita. No nos podemos perder la Iglesia de la Misericordia, los conventos de São Francisco, Santiago Maior y Santo António dos Capuchos, o el Palacio de Estói. Ya fuera de la ciudad, el Parque Natural de la Ría Formosa nos dejará gratamente impresionados.
Una vez hayamos recorrido la ciudad, ¿por qué no detenernos en alguno de sus muchos restaurantes para saborear la tradicional cocina de la región? Faro ofrece innumerables lugares, desde lo más humilde a lo más refinado, que nos permitirán conocer los placeres de una gastronomía en la que predomina el pescado (jurel, calamares, pulpo, atún), pero que también incluye platos de cordero, cerdo, conejo, caza, gazpachos y dulces de clara inspiración árabe.
Foto: eutrophication&hypoxia