Allá por el siglo XI a.C se implantó en Grecia al culto a Dionisos, dios de la vid, la fertilidad y patrón de las artes y los concursos escénicos. De ahí que no podía ser menos que en la vieja ladera de la Acrópolis de Atenas se le erigiera un pequeño teatro. En un principio apenas era un lugar en el que se celebraban representaciones, bailes y otros eventos.
Sin embargo, con el paso de los siglos, el Teatro de Dionisos de Atenas se convirtió en uno de los más importantes, especialmente a partir del siglo IV a.C. Se construyeron gradas con asientos de mármol, llegando a albergar una capacidad para 17.000 espectadores. Hoy en día al visitarlo se conservan algunas de sus ruinas. No es tal vez el monumento más llamativo de la Acrópolis, pero sin duda debe entrar en cualquier lista sobre qué ver en Atenas.
Especialmente porque allí representaron sus obras los más importantes dramaturgos de la antigüedad, como Sófocles, Esquilo, Eurípides o Aritófanes. Las ruinas que hoy podemos ver relatan la vieja presencia de hasta un total de 78 gradas, las primeras de ellas expresamente reservadas para los atenienses más ilustres. Son precisamente estas gradas las que mejor se conservan, y aún pueden verse sus notables asientos de mármol.
Existía también un enorme pórtico con columnas y un altar central dedicado a Dionisio. Alrededor del altar se situaba la orquesta, el coro y un pasillo. Os aconsejo que, para ver todo esto con detalle, antes de perderos entre las gradas del teatro, lo contempléis desde la Acrópolis, ya que el teatro se halla en un nivel inferior.
Así se convirtió en el teatro más grande de la antigua Grecia. No es de extrañar entonces que hoy sus ruinas estén consideradas dentro del ámbito teatral como de las más importantes de la antigüedad. Afortunadamente lograron restaurarse entre 1926 y 1932 para que tuvieran un buen aspecto.
Ni que decir tiene que si estáis de turismo en Atenas llegaréis a la Acrópolis y, una vez allí, disfrutaréis de la visita al Teatro de Dionisio.
Foto Vía Best Tourism