Santiago de Compostela es una ciudad que respira tranquilidad por mucho de sus poros. Pero uno de los puntos donde más se condensa esa paz es el parque de Bonaval, situado en el barrio de San Pedro, al tiempo uno de los de más personalidad de la ciudad. Se trata de un espacio no demasiado frecuentado por los turistas ni conocido por muchos de los que residen en Compostela, pero que precisamente por ello ha conservado su carácter de recinto especial, a salvo de miradas mayoritarias.
La parte inferior del parque perteneció durante muchos años a los terrenos del convento de San Domingos de Bonaval, que hoy en día acoge el Museo do Pobo Galego. En esos terrenos los monjes cultivaban sus productos. Precisamente el hecho de estar situado junto a dos edificios de gran personalidad como son el propio convento y el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) ha mantenido al parque en un segundo plano visual en el conjunto de la zona. La parte más alta del recinto correspondía al antiguo cementerio de la ciudad, que en el pasado se encontraba fuera de las murallas. El arquitecto Álvaro Siza y la paisajista Isabel Aguirre diseñaron el actual aspecto del parque en una apuesta arriesgada de integrar los nichos vacíos con el césped, y la canalización del agua. El resultado ha sido un conjunto armónico y sin estridencias, perfectamente adecuado a la sobriedad del antiguo recinto.
Uno de los grandes atractivos del parque de Bonaval son las vistas que ofrece de toda la ciudad, en las que las torres catedralicias compiten con las de las numerosas iglesias que podemos encontrarnos a lo largo de Compostela.
El parque, de alrededor de 45.000 m2, se organiza en terrazas en las que los viejos elementos arquitectónicos se mezclan con fuentes y escaleras, dotando al conjunto de un aire entre melancólico y romántico que lo hace muy atractivo.
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