Al suroeste de China encontramos la fascinante región del Tibet. Son tantos los calificativos que se le podrían dar a este rincón. Entre ellos los de techo del mundo o paraíso natural, pero lo que es cierto es que son miles y miles los turistas y aventureros que se aprestan cada año a descubrir un escenario sin igual.
Dentro de esta región uno de los lugares mágicos es la ciudad de Lhasa, conocida como la tierra de los dioses. Realmente se trata de un lugar mítico, rodeado de un aira espiritual que no tiene parangón. Son numerosos los templos, palacios y monasterios que podemos encontrar en ella, pero tal vez ninguno comparable al Palacio Potala, un palacio de montaña dedicada a Buda y que se encuentra situado en la colina de Marpo Ri, a unos 130 metros sobre el Valle de Lhasa.
Es el monumento más grande del Tibet y sus orígenes los encontramos ya allá por el siglo VII, cuando el emperador Songtsen Gampo se construyó un palacio en la colina. Sin embargo, el palacio actual data de mediados del siglo XVII, durante el reinado del quinto Dalai Lama. Tuvo que ser reconstruido en 1960 tras la revuelta tibetana contra la invasión de los chinos, por lo que todas sus estancias y capillas se hallan en perfecto estado de conservación.
Desde el siglo XI se le conoce con el nombre de Palacio de Potala. Esta palabra parece venir del Monte Potala, una montaña mitológica situada en el sur de la India. Se trata de una estructura inmensa, ya que cuenta con más de 130.000 metros cuadrados. En su origen fue la residencia del Dalai Lama y su corte, y más tarde ha albergado la sede del gobierno tibetano, una escuela de formación para monjes religiosos y destino de peregrinación en el Tibet.
Fijaros la grandeza que tiene que los edificios ocupan prácticamente toda la extensión de la colina, desde el pie de esta hasta la cumbre. Sus monumentos más significativos son el Palacio Blanco, que servía de dormitorio al Dalai Lama; el Palacio Rojo en el centro, como lugar de lectura; un enorme salón para los stupa que guarda los restos de diferentes Dalai Lama; los domitorios de los ayudantes del Dalai Lama; y un muro blanco en el que, los días de fiesta, se exhibe un gran retrato de Buda.
El Palacio de Potala es un lugar sagrado para los budistas tibetanos y un edificio fascinante para cualquier buen turista que se precie.
Foto Vía Tibetrailway