Casablanca fascina por su riqueza y su cultura. Sus amplias avenidas y el ser la cornisa de la Costa Azul, su arquitectura art deco y los tesoros musulmanes escondidos en ella: cúpulas, miradores, mezquitas y columnas, hacen de Casablanca un destino perfecto en la costa mediterránea.
Nada más llegar a Casablanca debéis dirigiros a La Corniche, siempre llena de gente, tanto de día como de noche. Restaurantes, hoteles, piscinas, salas de baile y un gran complejo de cine. Es la zona más turística de la ciudad, con la amplia playa de Aaina-Diab.
Las playas de Casablanca son de dos tipos: públicas o privadas. Se extienden durante varios kilómetros, y aunque se hacen contínuos esfuerzos por mantenerlas limpias, a veces los buques mercantes dejan sus restos en ellas, por lo que, en ocasiones, son más recomendables para visitarlas que para bañarse en ellas. Así que lo mejor es relajarnos tomando el sol.
De junio a septiembre se llena la playa. La temperatura del agua está bastante bien, nada fría. Desde ella podemos ver la Mezquita de Hassan II. Si os acercáis a ella descubriréis que es la mezquita más grande del mundo, después de la de La Meca. Fue inaugurada el 30 de agosto de 1993. La realización de este proyecto fue financiada en gran parte por el gobierno nacional. Su construcción se inició en 1980 y se concluyó en 1989.
El alminar tiene una altura impresionante de 200 metros. En el interior de la mezquita pueden llegar a caber unas 150.000 personas. El techo de la sala de oración puede abrirse para la oración al aire libre. Algo curioso es su haz de luz de 30 kilómetros que indica hacia La Meca. Es una de las mezquitas más hermosas de la zona del Magreb, y sin duda, la más grande.
De allí nos acercamos hasta la zona Habous. Esta área combina la arquitectura tradicional marroquí con el confort moderno. Rápidamente atrajo a visitantes de toda Casablanca. Es un lugar muy bohemio, con cafeterías y librerías. Aunque también hay de todo: tiendas de vestir tradicionales, o chatarra para los comerciantes, joyerías, tiendas de muebles, vendedores de aceitunas y especias.
Además esta zona es muy particular y genuina. Está formada de pequeños callejones, lugares agradables donde puedes relajarte en los locales más populares de la ciudad, donde probar los deliciosos té de menta marroquíes.
Por último, si queréis, podemos pasar a la vieja medina. Realmente es una zona pequeña, pero llena de encanto, escondida detrás de las murallas. Con su red de callejones, su mezquita, sus pequeñas casas encaladas que siguen la tradicional formación de las ciudades musulmanas.
La medina de Casablanca contrasta con el resto de la ciudad, más moderna y occidental. Entre estas paredes tendréis la impresión de estar viviendo varios siglos atrás, y es inconcebible visitar Casablanca sin acercaros a los animados zocos de la medina.