Nada más llegar te das cuenta que estás en una de las ciudades más antiguas del mundo. No porque encuentres una gran cantidad de ruinas, sino por el aura de magia y misterio que envuelve a la vieja Byblos, dama elegante de aquella Líbano que tanto se citaba en la Biblia.
Fue fundada siete mil años atrás, cuando no más de cien pescadores neolíticos se asentaron en la costa del Mar Mediterráneo. Allí construyeron sus pequeñas chozas y, aunque parezca increíble, algunas de ellas todavía se mantienen en pie.
También se han encontrado herramientas y utensilios que usaron en la época. Pero quizás, lo que a mí me resulta más llamativo es que, a pesar de todas las guerras, tormentas y todo tipo de adversidades que ha sufrido Byblos, aún sigue casi igual de esplendorosa que en sus orígenes.
Llegaron más tarde los fenicios, quienes la bautizaron Gebal, y luego los egipcios, quienes cambiaron su nombre por el de Keben o Kepen. Fueron los griegos los que la conocieron por Byblos, ya que con el papiro extraído de la zona, e importado a Grecia, los griegos elaboraban sus pliegos para escribir.
Alrededor del 3.000 a.C, Byblos era tal vez una de las ciudades más importantes del Mediterráneo, sobre todo gracias a su comercio con Egipto. A cambio de sus cipreses, abetos y robles, y sobre todo los célebres cedros del Líbano, Byblos obtenía oro, papiro y alabastro. También los fenicios se aprovecharon de esta influencia comercial, para tener aquí una de sus centros de operaciones más importante.
Fue en esta época cuando los grandes estudiosos de Byblos comenzaron a crear un alfabeto fonético de 22 sonidos y letras que, al importarse a Grecia, fue el precursor de nuestro alfabeto actual. De Byblos proviene también la palabra Biblia, que significa en griego «los libros», hechos con papiro traído de la ciudad libanesa.
A Byblos llegaron los persas, Alejandro Magno y los romanos. Fueron estos los que dejaron una huella indeleble en la ciudad, con la construcción del Templo de los Césares y los Obeliscos, además de las vías romanas, las termas y otros edificios públicos.
En el año 637, los árabes llegaron a Byblos, y en el 1097 fueron los cruzados los que se hicieron con ella. Precisamente, los restos del castillo de los cruzados es hoy uno de los grandes símbolos arquitectónicos de la ciudad.
Casi un siglo más tarde, en 1187, Saladino tomó Byblos, quien restauró todas las fortificaciones, hasta que en el siglo XVI llegó el imperio turco.
Imaginaros la mezcla de culturas, monumentos y patrimonios que puede ser hoy Byblos. No es de extrañar que toda esta magia y todo este misterio que encierra Byblos haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Foto 1 Vía Geometrus
Foto 2 Vía Ferrell Jenkins